Cuando el amor mata el deseo

Un gran número de parejas suelen comentar que los primeros meses de la relación, comúnmente conocidos como la etapa de enamoramiento, se caracterizaban por sentir unas ganas enormes por estar con el otro, por saber lo que está haciendo y por buscar las instancias para pasar más tiempo juntos. En el plano sexual también reportan haber vivido un intenso deseo y expectativa con respecto a la pareja, como si nunca fuera suficiente y siempre se quisiera más. Con estos elementos presentes en la relación es normal que las personas se vayan conociendo, coqueteando, explorando y conquistando en la cama y fuera de ella. Sin embargo, esa sensación suele no ser eterna. Muchas personas se quejan de ver reducida su vida sexual en la medida que van pasando los años junto a sus parejas. Ahí empiezan las dudas. ¿Se acabó el amor? ¿Estará interesada(o) en alguien más? ¿Ya no se siente atraída(o) por mi? No necesariamente. 

Como ha planteado Esther Perel -reconocida sexóloga norteamericana- al parecer el amor y el deseo se cocinan con distintos ingredientes. Incluso pueden ser contrapuestos. El AMOR parte de la necesidad de TENER algo con alguien, ser parte de una relación y a lo largo del tiempo va fomentando el vínculo y acortando las distancias entre los involucrados. Cuando estamos enamorados solemos buscar la proximidad, el conocer al otro en su totalidad, entender su manera de pensar, sus miedos, inquietudes e incluso sus secretos. Cuando logramos un nivel de demasiada cercanía, a veces no queda mucho espacio para la sorpresa. Y lo predecible no es muy sexy para la mayoría de las personas. El DESEO en cambio parte de la necesidad de QUERER, de buscar aquello que hace falta, eso que no nos pertenece, que no conocemos y que está allá afuera. Por lo mismo se ve beneficiado por la distancia. Pero no cualquier distancia. Debe ser en la medida apropiada, sin ser demasiada como para desconectarnos de lo que pasa con el otro ni tan poca como para sentirnos abrumados por la cercanía. Así como el fuego necesita aire para la combustión, el deseo requiere de espacio para avivarse. Cuando existe este espacio, es posible que entre en juego la imaginación y la fantasía que son ingredientes fundamentales de una rica vida sexual. Es cosa de recordar cuando nos hemos visto obligados a separarnos de nuestra pareja por un tiempo, por ejemplo cuando alguno de los dos está de viaje. En esos casos somos capaces de experimentar la falta y se reaviva esa necesidad de querer volver a estar con el otro. Es normal que echemos de menos, que no es otra cosa que hacernos conscientes de esa falta que se nos hace patente cuando quien estaba a nuestro lado de repente ya no está. Este es uno de los motivos por lo que los reencuentros suelen ser tan apasionados. 

Así queda patente una paradoja entre estos dos elementos tan valorados por las parejas. Los ingredientes que fortalecen nuestro amor muchas veces son los mismos que apagan el deseo. Cuando se está en una relación con poco espacio para experimentar la individualidad, donde los involucrados pasan la mayor parte del tiempo juntos, hacen las mismas actividades, tienen los mismos amigos, saben de antemano lo que opinará el otro sobre un tema, etcétera, es entendible que el deseo vaya disminuyendo con el tiempo. Por lo tanto, para mantener el deseo y una rica vida sexual a largo plazo, es aconsejable que las parejas respeten al otro como alguien distinto, separado de uno. Como alguien que tiene opiniones, necesidades, actividades e inquietudes distintas a las propias. Incluso sería bueno fomentar en el otro el realizar actividades que disfrute y que no tengan que hacer juntos. Se ha visto que el deseo aumenta cuando vemos a nuestra pareja “en su salsa”, haciendo eso que le gusta, cuando podemos apreciarla como alguien que disfruta o es experta en lo que hace. Eso mismo nos permite mantener la distancia y el interés en conocer al otro, que facilitará nuestras conversaciones, nos seguiremos sorprendiendo de quien tenemos al lado lo que puede resultar muy interesante y deseable. 

De acuerdo a Perel, quienes logran mantener el deseo a lo largo de los años suelen tener en común que le dejan un lugar especial a su intimidad, entendiendo que es un espacio “sagrado” y reservado para la pareja, el cuál ocupa un espacio en sus vidas. Son capaces de jugar, de sorprenderse, de usar su imaginación en pos de la relación, de mantenerse curiosos por lo que ocurre en la vida de su partner. También entienden que cualquier momento del día es bueno para ir encendiendo el deseo y no dejan todo solo para el momento del encuentro sexual, sino que van preparando el “juego previo” con mensajes, llamados, detalles, muestras de interés por lo que ocurre en su vida, cuidados por el otro que comienzan en cuanto termina el último orgasmo. Por último, es importante entender que la esperada ESPONTANEIDAD suele ser solo un mito. Si esperamos que simplemente nos nazca, posiblemente nuestra vida sexual se verá empobrecida día a día. Especialmente en etapas más avanzadas de la vida donde la libido ya no es la misma que a los 20. Claro que a veces nos nacerá el deseo, pero no esperemos que esto ocurra todo el tiempo por arte de magia. Las parejas inteligentes entienden que el sexo involucra también a la voluntad, el compromiso y la apertura hacia este espacio de intimidad con la persona que hemos elegido para compartir dicho lugar.

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